LA JIRA
A lo largo de la historia en Extremadura, ha habido una variación continua y constante de los alimentos a consumir en diferentes épocas. Pero desde hace siglos, nuestra comida y cultura ha sido marcada por la influencia de un pueblo que mantuvo su huella aquí por numerosos siglos, el romano. Estos consideraban los frutos como la castaña, bellota o higo base de su alimentación, ya fuese como fruto fresco, seco o molido (en harina). Desde finales del siglo XIII la generalización del maíz y la patata hicieron que estos frutos perdieran su protagonismo en la alimentación campesina.
No obstante, esta base de producto y alimento campesino se mantuvo durante la población extremeña, hasta el punto de formar parte de una de las más conocidas en nuestra tierra, en Extremadura, la de Asar castañas. Las castañas asadas es parte de la gastronomía española de una preparación simple de los meses de otoño, que consiste en cocinar castañas expuestas a un foco calorífico con la intención de ser preparadas mediante asado. En algunas ciudades, durante el periodo invernal, se preparan asadores portátiles con la intención de vender las castañas asadas en puestos callejeros (las conocidos Castañeras) y en los pequeños pueblos, cuya población es más escasa y el campo y este fruto está más a mano, se realizan numerosas festividades alrededor de este fruto.
Castañas asadas |
En cuestión, describiremos la fiesta de “La Jira”, comúnmente llamada en nuestra localidad, Navas del Madroño (Cáceres). En los días aproximados al 1 de noviembre (Día de Todos los Santos), donde se suele celebrar esta fiesta donde no faltan las castañas asadas en el fuego, el vino, la cerveza y los diferentes productos cárnicos a la brasa.
Indudablemente, la fiesta de la castaña está estrechamente ligada al día de los Difuntos, el 1 de noviembre. Las leyendas populares cuentan que hace varios siglos se tocaban las campanas de las iglesias sin parar para avisar a la gente de que había llegado la hora de rezar por los difuntos. Tocaban hasta el amanecer para avisar a la gente de que había llegado la hora de rezar a nuestros ancestros. Amigos y familiares acompañaban a los campaneros en su difícil tarea, mientras compartían castañas, fruto invernal de gran valor energético. Después de un día de mucho esfuerzo y ajetreo, se veían recompensado por la comida en comunidad de castañas.
Esta festividad que además de para honrar a nuestros antepasados (según el dicho popular), es la bienvenida al duro otoño, y sus fríos y lluviosos días, ha sido fecha señalada en el calendario ventero desde hace muchos años. En el pasado en la localidad como bien decía la tradición, esta fiesta consistía en realizar una hoguera y, una vez hecha las brasas, se colocaban sobre ellas un cilindro metálico con agujeros en su base, el llamado tambor. Sobre este recipiente, u otro por el estilo, se extendían las castañas a las que previamente se les ha realizado un corte en un extremo para que no salten o exploten. Una vez asadas se pelaban y comían. Todo esto alternando con momentos de comida y charlas alrededor de las lumbres (palabra ventera para llamar a dichas hogueras) de los diferentes jóvenes y adultos que se agrupaban a su cobijo en los días fríos de estas fechas.
En las últimas décadas de siglo XXI esta fiesta ha adquirido gran importancia en nuestra comunidad, siendo una de las fechas fijadas por todos los venteros para su celebración. A día de hoy, este festejo mantiene la esencia que un siglo atrás comenzasen nuestros paisanos. Aunque con el paso de los años, las tecnologías y las nuevas formas de disfrutar de las fiestas han modificado un poco esa tradición, formando la suya propia de este nuevo siglo. No obstante, los venteros siguen manteniendo esa llama, ese origen de la historia, que parte de la base de una lumbre, carne, amigos y…asar sus castañas. Los vecinos de la localidad con sus “pandillas” o “peñas” preparan durante uno o varios días un día de campo en los diferentes alrededores del territorio ventero, ya sean en casas de campos, cobertizos, establos, bohíos o carpas improvisadas para dicha festividad. Numerosos sitios son los usados por los jóvenes y adultos de la localidad durante estos días, siendo siempre usadas fincas próximas al pueblo. Caben destacar algunos señalados de cada año como La niña de fuego, Los manantíos, La Laguna, el Pinar, El Lobón, El Perrito…entre otros. Todo esto no hace que la población ande desperdigada y cada uno solo esté con su grupo. Lo peculiar de esta fiesta con respecto a otras localidades es que los venteros tienen como costumbre ir de jira en jira de sus amigos y compañeros de otros grupos, haciendo un fin de semana de campo de lo más variado, llegando a juntarse numerosas jiras (en este día el grupo de amigos se reúne por jiras) en una misma que ofrece todo lo posible a su alcance para ejercer de buen anfitrión.
Pero esta tradición, no solo queda aquí, como se ha mencionado anteriormente, a parte de la mencionada Jira, en Extremadura, hay mucha ilusión por esta fiesta alrededor del día de los difuntos como son: las Chaquetías, Las Castañas o El Calbote.
Se denomina chaquetía o chiquitía (limosna), en pueblos como Aceuchal, Almendralejo, Calzadilla de Barros, etc. a la merienda que los días 1 o 2 de noviembre se realiza en el campo en estas localidades. En estas se consumen frutos del tiempo como higos pasos, nueces, bellotas, granadas, castañas y preparados como el dulce de membrillo y también ciertas tortas típicas, bollas, o panes especiales. En muchos pueblos los muchachos salen a pedir dichos productos de casa en casa. Como en Torreorgaz (Cáceres), donde tienen una canción para pedir la chaquetía:
Tía, la chaquetía,
los pollos de mi tía,
unos cantan y otros pían
y otros piden
¡castañas cocías!
En diversas poblaciones de Extremadura, la celebración recibe el nombre de día de las castañas, como en Brozas. Donde se celebraban el final de las cosechas y una buena producción para el siguiente año.
Y en otros pueblos vecinos como en Garrovillas de Alconétar esta fiesta recibe el nombre de Calbote. Calbote es el término con el que se designa en algunas zonas de las provincias españolas a la castaña asada y la celebración de esta fiesta (calbote o calbotá), donde como en nuestra localidad se cree que su origen fue promovido por la historia de los campaneros.
Pero esta fiesta, no es solo extremeña, ya que en otros puntos del territorio español, se lleva a cabo en estas fechas dicha festividad pero con diferentes costumbres, eso sí, teniendo como fruto principal, la castaña. Como en Galicia donde estas castañas son acompañadas del vino de la cosecha o Asturias donde son acompañadas de vino dulce.
Finalmente, volviendo la vista atrás sobre nuestra fiesta, “La Jira”, podemos sentir la añoranza de cuando nuestros antepasados siendo niños, fueron felices solo con un cucurucho de papel lleno de castañas asadas calentitas. Este fruto de alto valor nutritivo y aspecto humilde que nos anuncia la llegada del frio y nos hace soñar con la no muy lejana Navidad. Celebrar esta fiesta para los más jóvenes venteros es todo un ritual “de campo” que hace que todos los vecinos de esta localidad y amigos de otras vecinas tengan esta fecha apuntada en rojo en el calendario. Pues no hay nada más bonito, en un mundo tan centralizado en la ciudad, la industria y la tecnología que disfrutar y pasarlo bien como hace siglos ya lo hacían nuestros antepasados con unos palos, fuego, amigos y…castañas.
HISTORIA
Navas del Madroño (Las Navas comúnmente conocido) es un municipio español, en la provincia de Cáceres.
Debe su nombre a la profusión de tal árbol (madroño) en épocas pasadas. Hasta el siglo XIX era conocido como Ventas del Madroñal, de donde proviene el gentilicio de «venteros» aplicado a sus habitantes. Estas ventas fueron mandadas hacer por regimiento y justicia de la villa de Brozas, en el extremo N.E. de la cañada en que está situado, lugar donde conectaban tres cañadas ganaderas, la que llevaba a Cáceres y las que llevaban a los puentes de Alcántara y Alconétar. Este lugar de reunión de trashumantes recibía por entonces el nombre Ventas o Navas del Madroño (testigos de excepción de estos hechos históricos son algunas de las fachadas originales que aún se conservan en la localidad, como la situada en la calle "La Venta" o "Callina atrás"). Hoy en día, también es conocido como «el pueblo de las chimeneas» por la abundancia y tamaño de este elemento arquitectónico, necesario para la curación de las tradicionales matanzas, y que resalta en la vista panorámica desde los alrededores.
No existe constancia documental ni arqueológica de que Navas del Madroño fuese núcleo poblacional durante la dominación romana, visigoda y árabe. Durante la conquista de Extremadura por Alfonso IX de León, la comarca de Alcántara pasó a manos cristianas en el año 1213, encargando el monarca leonés a la Orden de Alcántara la repoblación de la misma, estableciéndose entonces las encomiendas de Araya, Puebla y Belvis y Navarra, que posteriormente se despoblaron en favor de Brozas. Aunque se ha observado que el actual término de Navas del Madroño, ha sido participe en las etapas anteriormente mencionadas de nuestra historia. Esto es posible constatarlo gracias al hendedor achelense (piedra tallada con filo natural más o menos transversal al eje de la pieza, que tiene además retoques laterales. La adecuación de su forma a la función de abrir o rajar un cuerpo sólido, origina el nombre, derivado del verbo hender) encontrado en la zona de los Malosdientes. Y varios artilugios, datados en la Edad de los Metales; dos (Cabeza de Araya y Pasto Común), estudiados por Martín Almagro Basch, han proporcionado objetos hoy conservados en el Museo de Cáceres.
Hendedor Achelense |
Artilugios Edad de los Metales |
Además de algunos enclaves del término se han encontrado restos de poblamiento de hace miles de años, al menos la Edad de Bronce, por lo que se considera que pudo haber presencia humana en nuestra región como máximo de 4.200 años. Esta evidencia es soportada por los restos encontrados en La Cabeza de Araya, El Vaqueril y El Barrial. Tanto estas tumbas del Barrial como las de Mohedano nos situan sobre los siglos IV al VII.
Tumba Antropomorfa |
Y la calzada tardo romana que atravesaría el actual municipio, y podrían ser usada y restos de la conocida Via de la Estrella, utilizada por la Orden de Santiago durante las cruzadas. Este resto de calzada es la posible ruta encontrada en Araya, cruza esta y Padre Eterno en el sentido de la ya conocida ruta o vía de La Plata.
Ya a partir del siglo XVI, fruto de ese crecimiento nació, hacia 1540, en medio del enorme baldío de la Jara y en una encrucijada de caminos, la pequeña aldea llamada Ventas del Madroñal, continuando en lo civil sujeto a la villa de Brozas, que permaneció bajo la jurisdicción de Brozas hasta 1737. En el año anterior, 1736, un grupo de vecinos, los más ricos del pueblo, habían emprendido el proceso de independencia en el Consejo de Castilla de la Villa de Brozas y ya, a partir de 1737, en que dejó de formar parte del núcleo de población de Brozas, Navas pudo disponer de justicia propia. Teniendo la concesión del privilegio de Villa por sentencia de 28 de junio de 1741, dándole entonces la denominación única de Navas del Madroño y conociendo a partir de entonces a sus habitantes como venteros.
Los primeros datos de los que se puede tener conocimiento sobre el censo de población de Navas son los recogidos en el “Libro de los millones”, texto redactado por el Maestrescuelas de la iglesia catedral de Plasencia Tomás González y mandado publicar en el año 1829 por encargo del Rey Fernando VII. Los datos fueron extraídos del Censo o plantas de población de las Provincias y Partidos de la Corona de Castilla, tomadas de los libros de las Rentas y Derechos Reales del siglo XVI.
El Censo de las Provincias ordinarias y Partidos de la Corona de Castilla es copia fiel de un libro titulado “Libro del repartimento que se hizo de los ocho millones” (Donativo), custodiado en el Archivo de Simancas.
En este censo se reputaron por pecheros (pagadores de impuestos) todos los vecinos de cada pueblo, ya que siendo un donativo a repartir no había exenciones, y así se beneficiaban todos sus vecinos. En 1589 el enclave de Las Ventas del Madroño era un lugar de la Orden de Alcántara, que entraba en el Arciprestazgo de Coria, y que tenía una pila y 62 vecinos. Por entonces el modo de contabilizar era el de cinco almas por cada vecino (familia). La pila no hacía referencia expresa a iglesia, pudiendo ser capilla o ermita, pues en esa fecha no existía aún la iglesia parroquial; su parroquia se fundó en el año 1600. Esto daba un censo en 1589 de 310 habitantes.
Hasta el año 1600 los registros de bautizados y defunciones se inscribían en los libros de la villa de Brozas, al no disponer Navas de parroquia, siendo ya en ese año de 1600 cuando se inscriben los bautizados y casados y posteriormente, en el año 1642, los difuntos, por lo que los movimientos de población anteriores a esa época hay que computarlos por los datos de los archivos brocenses.
El proceso de separación duró mas de 30 años, abarcando los reinados de Felipe V, Fernando VI y Carlos III. Tras 1741 se entabló un primer pleito, aclarado durante el reinado de Fernando VI, quien solucionó el problema mediante la siguiente sentencia:
"Don Fernando. Por la Gracia de Dios, rey de Castilla, León, Aragón, de las dos Sicilias, Jerusalén, Navarra y Granada. A todos los Corregidores, Alcaldes Mayores y Ordinarios y otros Jueces y Justicia, así de la villa de Brozas como de todas las demás Ciudades, reinos y Señoríos. Salud y Gracia. Sabed que por otra Real Ejecutoria expedida por los de nuestro Consejo en 14 de octubre del año mil setecientos cuarenta y seis, fuimos servidos declarar que de todo el término de la villa de Brozas, a excepción de las villas, encomiendas de la Zagala y Araya, se debían dar a la villa de las Navas del Madroño la cuarta parte para el uso y ejercicio de su jurisdicción".
Fue durante el reinado de Carlos III cuando el litigio quedó definitivamente resuelto. En 1771 el Real Consejo dictó la siguiente sentencia:
"Que la villa de Brozas pague a la de navas, además de la cuarta parte de los propios que le fue asignado, la cantidad de 4500 reales de vellón cada año, hasta liquidar los 46716 reales y 9 maravedises que le debía, de acuerdo con la liquidación realizada, según lo ordenado por la Ejecutoria del Consejo".
El pleito continuó por la delimitación de los límites geográficos, recibiendo favorablemente del Real Consejo de Castilla una primera sentencia en 1746 y una segunda en 1771. La definitiva fijación de los límites en 1797 significó la independencia efectiva; no obstante, la Dehesa Boyal de propios quedó en término de Brozas, a cuyo ayuntamiento siguió perteneciendo el arbolado o monte.
Desde la independencia municipal de la Villa de Brozas había un pósito con fondo fijo de 4500 fanegas de cereales y se reintegraba todos los años. En 1737 se construyó el primer molino de aceite y en 1790 había ya dos más y otro en construcción.
En 1790 en la delimitación de terrenos antes citados estimó la cosecha en cosa de 7200 fanegas de trigo, 6800 de centeno, 5900 de cebada, 300 de garbanzos, 1100 arrobas de higos pasados, 680 de zumaque, 500 de aceite, 100 de vino, 59 de lana negra y 12 de miel. Había dos charcas que movían dos molinos harineros y una máquina para serrar madera, anteriormente citados. En la fecha citada había sólo cinco posesiones (del conde de Canilleros, del conde de la Encina, del vizconde de Peñaparda, de Juan Lizaur y de Diego de la Plata, regidor perpetuo de Cáceres) cercadas para plantío de olivos e higueras, consiguientes a las Reales Órdenes; en ellas estaban las únicas cinco casas de campo del término. Tanto los civiles como el religioso manifestaban el deseo de los vecinos de obtener permiso real para cercar nuevas tierras. Las dehesas de propios eran comunes en pastos y labores con las de Brozas, Alcántara, Mata, y Villa del Rey. En 1791, «esta villa tiene seiszientos veinte y cinco vezinos, los treszientos noventa y ocho labradores, ciento y zinquenta brazeros o jornaleros, un zirujano, tres sangradores, un boticario, seis herreros, ocho carpinteros, cinco sastres, ocho tejedores de lienzo y paño, dos zapateros, seis albañiles, un tintorero, un cardador, tres molineros, veinte y quatro pastores, seis baqueros, un albardero y un porquero. Y las diversiones más comunes son la del bayle, juegos de bolos y de barra». El cura habla de seiscientos cuarenta y cinco vecinos, añadiendo cuatro o cinco carreteros y dos mariscales, y especificando tres tejedores de lienzo, cuatro de lienzo y paño y uno solo de paño.
Hoy en día, los padrones existentes en todos los Ayuntamientos nos proporcionan los datos suficientes para analizar la estructura familiar y profesional de los vecinos del pueblo. En época anterior, remontándonos a los orígenes de Navas del Madroño, los archivos históricos de los que se puede obtener esa información, entre otros, son los Censos de la Corona de Castilla, el Archivo General de Simancas, el Interrogatorio de la Real Audiencia de Extremadura de 1791, el Censo de Floridablanca y el Catastro del Marqués de la Ensenada. La documentación aportada por todos los ayuntamientos al Catastro del Marqués de la Ensenada, a raíz de las Respuestas Particulares a las cuarenta preguntas del Catastro, que eran los Libros de lo Personal de los ayuntamientos, proporciona los datos del año 1749 de cada uno de los vecinos del pueblo (su nombre, edad, estado civil, profesión, propiedades territoriales y de edificios, ganados, y los censos). Por referencia de Felícisimo García Barriga, el libro de Respuestas Particulares de Navas del Madroño, conservado en el Archivo Municipal, destaca por su calidad y magnífico estado de conservación
En 1736, año anterior a su independencia de Brozas, Las Ventas del Madroño tenía 735 familias. Posteriormente, en 1791, la Audiencia Territorial encargó un estudio en profundidad de cada uno de los pueblos de la región, resultando que en Navas solamente había 625 vecinos, por lo que Las Ventas del Madroño había perdido en 45 años 110 familias.
La evolución de la población absoluta entre 1535 y 1860 fue:
Navas del Madroño multiplicó por 20 su población en 300 años. Experimentó durante toda la Edad Moderna incrementos muy importantes de sus efectivos poblacionales, sobre todo a raíz de su independencia, a mediados del siglo XVIII y en fechas posteriores a la guerra de Independencia. Esto fue debido a que sus vecinos, tras la independencia de Brozas y a pesar de quejarse en ocasiones sobre la falta de tierras, fueron los principales beneficiarios del reparto de suertes entre los labradores, lo que convirtió a las Ventas del Madroño en un punto de referencia para gentes de otros lugares que emigraron hasta ella, desde puntos tan alejados entonces como Zafra, Plasencia o Trujillo. En Navas, todos los terrenos, a excepción de las haciendas, las viñas y las huertas, eran comunales. También influyó en su crecimiento demográfico el ser sus fincas punto de llegada de rebaños de ovejas trashumantes procedentes de La Rioja, Soria, Burgos, Ávila, Segovia o León, decidiendo algunos ganaderos establecerse definitivamente en el pueblo, como el caso de los López de Tejada, procedentes de Montenegro de Cameros (La Rioja).
Otra de las causas de la explosión demográfica en los siglos XVIII y XIX es la baja tasa de mortalidad infantil, la más baja de toda la comarca, así como el elevado número de hijos por familia, que en el caso de Navas superaba los 5; un 10% del total de las familias tenían 7 hijos, dándose casos extraordinarios en dos familias con 17 y 18 hijos respectivamente.
En 1850, la población había ascendido a 760 vecinos, ya que según Pascual Madoz, en el siglo XIX el municipio contaba con seis lagares de aceite, seis telares de lienzo y paño, cinco molinos harineros de rivera, tres fábricas de jabón blanco, tres tejares y dos tahonas de zumaque (estas dos eran significativas, porque en toda Extremadura había sólo tres). Hasta mediados del siglo XX abundaban los canteros y picapedreros, así como los carreteros. Había una alta ocupación femenina en trabajos de hilado y teñido. Llegando en el municipio en el año 1900 a una población de 2861 personas, alcanzando su máximo en el año 1950 con 3284 según los censos del INE a lo largo del siglo XX, reduciéndose en 1993 a 1.694 habitantes. No en balde la comarca ha sufrido una regresión de casi el 60 % en los últimos cuarenta años debido a la gran emigración que se produjo hacia otras regiones de España. En la actualidad y según el censo de población a 1 de enero de 2015, Navas tenía 1.372 habitantes, 679 hombres y 693 mujeres. Su mayoría de población se encuentra repartida por trabajos de ganadería (bovina, ovina, equino y porcina), además de una rica agricultura explotando los grandes recursos que esta tierra les proporciona. Este municipio es uno de los más nutridos del sector de la construcción de la cual han partido diferentes empresas locales a nivel regional y nacional. Por último, destacar los buenos servicios de hostelería que proporcionan a esta localidad una gran parte de los ingresos gracias a su gastronomía y hospedaje.
LEYENDA - MORA ENCANTÁ
Durante el siglo XIII, Extremadura estuvo envuelta en diferentes razzias y campañas devastadoras entre moros y cristianos en ambas márgenes del Tajo, como en Trujillo, Alcántara, Cáceres o Montánchez, debido a su cercanía y zona limítrofe con el Reino de Portugal. A lo largo de nuestra historia, esta zona siempre ha sido protagonista por la separación de dos reinos como eran Castilla y Portugal y su ambición por el dominio de las vegas del Tajo, campos de madroñeras, encinas, acebuches, jaras y zarzas. En este tiempo Extremadura estuvo protegida de las invasiones almohades por las Órdenes Militares, a las que se les había dado en posesión y custodia una inmensa parte de la región. La comarca de Cáceres se dividía casi por completo entre dos de estas Órdenes: La de Alcántara y la del Temple, y ocupando solo una pequeña zona la de Montegaudio, ésta última integrada después en la Orden de Calatrava y en la del Temple. Pertenecían a la Orden de Alcántara los actuales partidos de este nombre, como Valencia de Alcántara, y parte de otros de Salamanca y de Badajoz, como Don Benito. Fue Orden Militar propia de Cáceres los Fratres de la Espada, posteriormente llamada Orden de Santiago. Pertenecían a la Orden del Temple el castillo de Alconétar, Garrovillas y los cuatro lugares.
Una de estas Órdenes mencionadas fue, es y será la protagonista de nuestro relato; la conocida Orden de Montegaudio. Refundada en 1173 en Monfragüe como Orden Militar de Monsfrac, por Don Rodrigo Álvarez III, Conde de Sarria, y habiendo sido ésta la primera orden militar hispánica que combatió en Tierra Santa (año 1135 en el Reino de Jerusalén en las primeras y segundas cruzadas contra el Califato Fatimí).
Tras el regreso a España de los cruzados desde Tierra Santa, Don Rodrigo no abandonó sus ideales de lucha contra los infieles. Con su bien ganada reputación de caballero y su experiencia en batallas, fue pronto reclamado por el rey leonés Fernando II para encabezar junto a él la reconquista. En 1170 (un año después de la toma de Badajoz) éste formaría parte de los nobles que se agruparon en Cáceres para fundar los “Frates de Cáceres”, origen éste de la Orden de Santiago, cuya finalidad era la de combatir los sarracenos que llegaban de África. La puesta en valor de este legado histórico de la famosa Orden de Santiago, nos da la posibilidad de recorrer estos hitos a través de las conocidas rutas que atravesaban los pueblos que bordeaban la Cañada Real Leonesa Occidental en su paso por Extremadura hasta la comarca de Tierra de Barros y Zafra – Río Bodión. En ellas y en sus cercanías, en las poblaciones que pertenecieron a la Orden, han quedado castillos, fortalezas, casas, encomiendas y como en este caso…leyendas.
Esta leyenda, que se transmitió de generación a generación y sucedió en la pequeña localidad de Navas del Madroño, está encuadrada en este contexto histórico de principios del siglo XIII, cuando Extremadura era zona fronteriza entre cristianos y moros. En una finca del actual término municipal de Navas del Madroño (en esta época inexistente y formando parte de la Orden de Alcántara) vivía un árabe muy rico. Este tenía dos hermosas hijas, la pequeña de ellas, Farah, es de la que se cuenta esta historia. Según la narración de este relato por los más veteranos del pueblo, esta era una joven musulmana con cabellos negros como el cordobán, una piel oscura y que poseía unos ojos preciosos; grandes, de color añil. Esta joven árabe y su familia vivían en su maravillosa finca que se encontraba en el paso y ruta de numerosos caballeros y transeúntes. Por estos senderos próximos a su vivienda, se desplazaban continuamente numerosos caballeros de las Órdenes Militares desde la villa de Alcántara hasta el castillo de Al-Mofrag (después Mons Fragorum o Monfrag, hasta llegar al actual Monfragüe) para la protección y vigilancia de éste ante los incesantes asedios de moros y portugueses.
Castillo de Monfragüe |
Un día más, la joven Farah consiguió burlar la guardia y escolta de su padre, escapó y paseó por los caminos y praderas que rodeaban su hogar cuando esta se encontró de frente, en un pequeño sendero, a un apuesto y hermoso joven a lomos de un bonito corcel, negro como el azabache. Éste regresaba a su castillo y en su pecho y vestimenta se distinguía claramente su procedencia, era un caballero cristiano de la Orden de Montegaudio.
Este joven paró su caballo al ver a aquella preciosa mujer sola en medio de un camino perdido en tierra de nadie. Bajó del caballo y le preguntó a la joven como se llamaba y qué hacía en aquel lugar; ésta, muy extrañada y confusa por el hecho de que un cristiano, caballero de una Orden Militar, se parase ante ella y cortésmente le hablase siendo ella una almohade, cubrió su rostro e intentó huir. Pero el caballero la detuvo. Ella, con voz tenue y entrecortada le dijo que vivía en un caserío próximo al lugar, junto a su hermana, su padre y sus guardias, por lo que si la descubrían allí hablando con un cristiano podría recibir un castigo. La joven indicó al caballero que no podían verse, pues si su padre conociera que su joven hija huía de su guardia para hablar con cruzados cristianos sería la vergüenza y deshonra de su familia, ya que los cristianos eran los causantes del destierro de todos sus antepasados.
No obstante, ese precioso cabello negro como el tizón y esos ojos azules como un mar en calma, hicieron perder la razón al caballero y éste quedó cegado por la hermosura de aquella dama, a la cual le ofreció un encuentro nocturno en ese mismo lugar cuando cayese el sol, junto a la encina del camino. La joven que también quedó prendada de aquel apuesto caballero decidió aceptar y esa noche, abandonar la casa cuando su padre y hermana durmieran. A la luz de la luna, sin la pequeña luz de un candil para no despertar la curiosidad de los guardias, ella se dirigió al encuentro de ese noble caballero. Y como bien acordaron, junto a una encina próxima al camino se produjo el encuentro. Ambos se sintieron tan atraídos el uno del otro que el joven caballero le prometió que cuando volviese de las cruzadas, y a pesar de su diferente cultura y religión, él regresaría a buscarla y a pedir a su padre su mano, para así hacerla su esposa.
Cuando más alta estuvo la luna mayor fue su luz, y aconteció entonces que la pareja fue sorprendida por la guardia mora que prendió a los jóvenes enamorados. Estos fueron llevados ante su señor, el padre de Farah. El padre furioso y ciego de ira ordenó que la joven fuese encerrada en una de las habitaciones altas de la casa y que al joven caballero le fuera perdonada su vida; a cambio, éste fue obligado a abandonar aquellas tierras y a jurar que nunca más volvería a acercarse a ellas.
Al poco tiempo en el contexto de esta historia, las tropas de Alfonso IX Rey de León, reconquistan para la Cristiandad de forma definitiva las tierras extremeñas: Cáceres, en 1229 tras 4 asaltos, Badajoz y Mérida en 1230, y en general toda la zona oeste de la Extremadura actual con la pieza principal de Valencia de Alcántara en 1221, con la colaboración de la Orden militar de Alcántara. Además en estas contiendas fueron de gran importancia las Órdenes de Calatrava y Santiago. En esta reconquista se destruyeron grandes fincas, monumentos arquitectónicos almorávides y caseríos de ricos árabes en nuestra región y con esto la destrucción y desaparición de esta familia y el inicio de su leyenda.
Años más tarde de esta reconquista extremeña, en 1272, Alfonso IX dio el privilegio a Cáceres de sus deslindes de términos y fueros. Estas lindes fueron recogidas en el libro “Historia del Reino de Badajoz, durante la denominación musulmana” del escritor extremeño Matías Ramón Martínez y Martínez (principios del siglo XX). Donde al hablar del paso por nuestra localidad deja en interrogantes la aparición de un pequeño municipio, Almadroñal, situado en lo que en el siglo XVI fue Ventas el Madroñal y la actual Navas del Madroño.
“”pues en el día 1 ^ de Agosto se hallaba en Za-
mora; y tal vez en uno de esos meses otorgó á Cáceres
el privilegio de deslinde de sus términos y fueros porque
habían de regirse en el uso y disfrute de los mismos, do-
cumento de capital interés para conocimiento de la to-
pografía de aquella comarca (1). Comienza el deslinde
con Montánchez por una Torrecilla que había sobre una
peña y hoy se llama Torre de Santa María, y de aquí
marca luego Abal travieso (tal vez la aldea de Albalá de
Montánchez); después el punto en que la calzada se cru-
za con el rio At/uela (que viene á ser junto á las Casas de
Don Antonio) donde dice que se deja á la derecha la
Atalaya Davencalez (la cual debió llamarse de Aben Ca-
led, y se llama hoy de Vencaliz). Marca luego la Atala-
ya del Guijo de la sierra de Alctiesca (que, por lo vist'^,
estaría al oeste de Alcuescar, á juzgar la dirección que
lleva el lindero que va señalando). Cita después al Casar
del Conde Don (rónzalo y el sendero de la Carmonita, á
través do la sierra (de San Pedro), al arroyo de Alpo-
trac fhoy Alpotreque), y el arroyo abajo, según cae en
el rio de Boto va (hoy Botoa). Luego, el cruce de Boto-
va con el camino de Badajoz, y el arroyo de Zagalla
(hoy Azagala); hasta el cruce ó puerto de la sierra, y de
aquí á la caida del arroyo de Albocar lal oeste de Alise-
daj en el rio Salor; y después al desagüe de Araya en
dicho Salor, Iba después al oeste de Brozas por Alma-
dronal (¿Navas del Madroño?], por la Mata, Alconetüra
(Alconetar), á la Peña de Bofdongo i¿V), al desagüe del
arroj'ü de la Figtiera en el rio Almout, y derecho a Ta-
lavan. Después, a la Torre de Velasco Muza, y al desa-
güe del arroyo d(^, este nombre t'u el rio Tajo. Después
vuelve á tomar el deslinde el lado de Montanchez, empe-
zando por la Torre de la Zafra (de Montanchez), al cas-
tillo de Tamuja, por la Mata al arroyo de Geblanco (Gle-
ba), los Almadenes (¿?), el cruce del sendero de Don Un-
mundo (¿?) con el rio Almont (quizás en la venta de la
Barquilla); y por medio de las Cabezas de Mont roy, se-
gún dicho sendero entra en la Xara, al desagüe del arro-
yo de la Covacha en el Tajo, y de aquí al desagüe de
Velasco Muza””
Este texto nos ayuda a contextualizar el paso de los cristianos por nuestra región en la reconquista de Extremadura de Al-Andalus, y con ella la posibilidad de esta historia. Este relato, que casualmente se sitúa cerca del camino que desde el pueblo nos lleva a La Fuente de los Caballeros, nombrada así por el paso producido por los nobles guerreros como los de la Órden de Monteagudo (Monfragüe), en los siglos XI y XIII, que pasaban de un lado a otro de las vegas del Tajo y de la cual esta era zona de parada. Esta fuente está situada encima de un manantial, e inicio del rio Jumadiel, que conseguía tener agua limpia y potable para todos estos paseantes además de un pequeño fonche (denominación ventera para estos pequeños bebederos), foso o abrevadero en el suelo para que los caballos pudiesen descansar y beber agua fresca a su vez.
Fuente de los Caballeros |
Fuente de los Caballeros |
Desde entonces estas tierras quedaron impregnadas de esta historia y un encantamiento cayó sobre ella. El encantamiento de un amor de una mora y un noble cristiano, que intentaron luchar por un amor imposible hasta acabar causándoles la muerte. Y en las proximidades, en esta finca, cuando las noches de luna llena, esta se encuentra en lo más alto, y el campo es iluminado como si con un candil diera, en las sombras aparece la silueta de esa mujer, que espera la vuelta de ese noble caballero, que se fue para volver pero…que nunca, nunca volvió.
En mi pueblu, una leyenda
de jaci unuh cuantuh sigluh,
cuenta que a una mora bella
un crihtianu en un caminu,
le echó el oju, cuandu el mozu
regresaba a su castillu.
El caminu referíu
al parecer se encontraba
al pie de la finca de un árabi
en el términu de Navas,
calzá de loh caballeruh
que por el , se desplazaban.
Y tó ehtu acontecía
cuandu Extremadura era
entre moruh y crihtianuh
separación y frontera.
Dichu nobli se queó
prendíu cuandu la vio,
tenía el pelu mah negru
qu'el cordobán y el tizón,
y los ojuh azulauh
comu el agua de loh marih
cuandu ehtán apaciguauh.
La mora se embelesó
en cuantih que lo miró.
El casu es que loh doh zagalih
saltandusi prohibicionih
se juntarun por la nochi
obedeciendu pasionih.
Peru la guardia morisca
del padri de la muchacha,
loh prendierun y entregarun
pa que él loh castigára.
Lah ordinih militarih
al llegá la reconquihta,
le dierun fin al arábigu
a su familia y su finca.
Hay quien dici qu'en lah nochih
de luz clara y luna llena,
se puei entrevé a una morita
baju la nochi serena,
juntu a una encina en el caminu
mu cerquina deh'ta hacienda
según vamuh pa'l santinu,
le dicin : "la mora encantá",
puedi ser por la leyenda
que bien pudu ser verdad.
Este poema ventero de su autora Maribel Navarro Cava refleja la historia contada, que nadie sabe si realmente fue, es o será verdad pero que es grato pensar, que en medio de nuestro campo, entre encinas y caminos, una mora y un caballero su amor vieron brotar. Aun dicen que en ese lugar, que su encantamiento persiste, que por eso esta finca se denominó MORA ENCANTADA, y no sabemos si a ojos de otros paisanos es falsa o veraz pero para los venteros esta historia siempre, será verdad.